jueves, 22 de mayo de 2008

Una sinfonía de horror

Director: F.W. Murnau
Interpretación: Max Schreck, Alexander Granach, Gustav von Wangenheim, Greta Schröeder, GH Schnell, Ruth Landshoff, John Gottowt, Gustav Botz
Guión: Henrik Galeen
Producción: Prana-Film GmbH (Alemania)
Fotografía: Fritz Arno Wagner (B&W)
Música: Muda.
Duración: 63 min. (Depende de la versión)

Año: 1922




Tras haber comentado mi decepción de Mi vida sin mí, ahora llega otra obra de cine, considerada maestra, que no dejó el listón tan arriba como esperaba. Se trata de la película Nosferatu, dirigida por F.W. Murnau en 1922. Quiero que quede bien claro que ambas películas no me desagradaron totalmente. Quizás mis críticas parezcan mucho más duras de lo que realmente me parecieron, simplemente pretendo centrarme en lo qué me decepcionan.

Nosferatu se trata de la primera adaptación cinematográfica de la novela de Bram Stoker, Drácula (1897). Sin embargo, Murnau, eludiendo los derechos de autor, no sólo cambió el nombre del protagonista, sino también los de los otros personajes, así como traslada la acción de Londres a Wismar (Alemania). El conde es llamado Orlok, y mantiene su residencia en Transilvana. La trascendencia de Nosferatu, recae en que es la primera película del género de terror, y es la obra abanderada del movimiento cinematográfico expresionista alemán.
Lo mejor de la película es la caracterización del protagonista, interpretado por Max Schreck, que es la más fidedigna a la descripción de Stoker, de todas las adaptaciones del séptimo arte. Posteriormente, en las interpretaciones de Christopher Lee, o la más reciente de Gary Oldman (en la versión de Francis Ford Coppola), el conde es un personaje mucho más elegante y seductor de acuerdo a nuestros cánones de atracción. En cambio, el conde Orlok, es frígido y peludo. Por otro lado, la ambientación general está muy bien aprovechada en el juego de sombras y contraluces.
Pero el problema, es que a todo eso no acompaña un buen guión. La trama no sorprende en absoluto, ni tan sólo lo pretende. Evidentemente a estas alturas, todos sabemos que es un vampiro y que hace, pero el largometraje, podría intentar buscar la intriga, la duda del espectador en lo que va a pasar. Sin embargo, Murnau lo anuncia todo: ya sea a través de libros que leen los personajes, que les informan sobre los atributos del conde vampiro; o bien por afirmaciones o acciones evitables. Todo se antecede antes de que pase, por tanto, no existe el asombro.

Aún así, la última escena es la más brillante, escena que no voy a delatar para los que no la hayan visto. La tensión y la magia de esos momentos demuestran la calidad técnica de su director, que aún con el notable paso del tiempo, el espectador sigue quedándose clavado en la pantalla con su mirada.



Como curiosidad de la película, la palabra “nosferatu” tiene un origen difícil de determinar. El primero en introducir el término fue el escritor británico, Emily Gerard, en un capítulo de su obra Supersticiones de Transilvania (1885). En este libro se atiende a “nosferatu” como una palabra rumana para designar al vampiro. Sin embargo, lo cierto es que probablemente, Emily Gerard se equivocara en usarla puesto que no hay prueba alguna de que esta palabra existiera en ninguna de las épocas de la lengua rumana. Una suposición sería la errata en la trascripción del sonido. En ese sentido “necurat” (sucio) y “nesuferit” (insufrible) podrían ser las verdaderas palabras que oyó Gerard y que anotó mal. De aquí el origen de una palabra ‘inventada’, que primero tomó Stoker, y después Murnau y tantos otros.
Una etimología alternativa con la que muy probablemente se basó Murnau en Nosferatu, fue la del término griego “nosóforos” (*νοσοφορος), es decir, los transmisores de enfermedades. La película muestra la creencia de la gente, de la llegada de una nueva oleada de peste, cuando en realidad se trata de las mordeduras del vampiro.
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Valoración: 7/10

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