miércoles, 21 de mayo de 2008

La contradicción de Félix de Azúa

El artículo Cultos hasta la náusea (El País, 10/05/08), escrito por el filosofo Félix de Azúa, es en el fondo un clamo más hacia defender la cultura de elite frente a la cultura de masas. En un inicio, de Azúa expone con buenos argumentos la problemática de las subvenciones estatales a actividades culturales. Denuncia que éste tipo de actuaciones insultan nuestra democracia, puesto que las administraciones siempre ayudan a las industrias culturales más cercanas a su concepción de lo que es cultura; e incluso a veces a las industrias culturales amigas. Para contextualizar dicho texto, Félix de Azúa crítica al escritor francés Alain Brossat por sus recientes afirmaciones, en especial la de concebir una “democracia cultural”. Como decía, el escritor español niega esa democracia y hace paralelismos con “la democracia orgánica de Franco, o la democracia popular de los comunistas”.

De Azúa tiene razón. Existen expresiones culturales que están más discriminadas que otras, por ejemplo, y evidentemente, las que participan en el mercado de la industria cultural, reciben más cobijo. Es por eso, que él mismo opta por una absoluta liberalización del mercado cultural como solución a éste hecho. Pero aquí es dónde de Azúa cae en la contradicción. A mi modo de ver, el artículo pega un salto de tema y ahora el escritor arremete contra el mercantilismo del arte, es decir, contra la banalización de sufren los significados de los productos culturales al ser comercializados. Y en referencia a estos, hace una enumeración dónde incluye la opera y el fútbol. Por tanto, Félix de Azúa muestra que el umbral para considerar lo que es y lo que no es cultura no se basa en el clásico elitismo, sino en una cuestión de fondo, de las verdaderas intenciones, del amor al arte, no al dinero. Sin embargo, se trata también de distinguir la cultura de elite con la cultura de masas, aunque sea, el suyo, un criterio, aparentemente, más abierto. Dejando de lado juicios de valor, una expresión es cultural tenga el trasfondo que tenga, ya sea ideal o pragmático.

No comprendo éste apoyo a la liberalización del mercado, para luego criticar la mercantilización de la cultura, del conocimiento y de la información. Según interpreto, parece como si el mismo autor no supiera encontrar una solución definitiva: si se liberaliza, se mercantiliza, y si hay intervencionismo estatal, se vuelve tendencioso.

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