
Interpretación: Sarah Polley, Mark Ruffalo, Amanda Plummer, Scott Speedman, Leonor Watling, Deborah Harry, Sonja Bennett, Alfred Molina
Fotografía: Jean Claude Larrieu
En mi opinión, Mi vida sin mí es simple formalismo. Pero lo grave, es que parte de un hecho que predispone a sacar alguna lágrima, y Sarah Polley y Mark Ruffalo no están para nada a la altura de un argumento que, cierto es, llega al límite de la credibilidad, y supongo que al fin y al cabo, la tarea interpretativa no era nada fácil.
Hay diversos momentos en la película que decepcionan en especial. Uno de estos es el momento en que el médico le dice a Ann (Sarah Polley) que le quedan dos meses. Estoica, es el mejor adjetivo para definir la cara de Ann ante las palabras que escucha, y seguramente algún filosofo/psicólogo te dirá que el estoicismo es una buena forma de afrontar la realidad, pero yo no me lo creí. Y cuando eso sucede ya está todo dicho, porque te preocupas más de si lo hacen bien o mal. Del cómo interpretan y no de lo qué interpretan.
Igual de inverosímil me parece el resto de la trama, todo en el entorno es forzadísimo: la relación con su madre, su padre en la cárcel, las niñas monas, la roulotte, el personaje de Ruffalo, etc. Ni ella ni él se lo creen, con expresiones absolutamente apáticas que no se adecuan a lo que dicen. Cuando ella busca una pareja para su marido es, además, uno de los momentos más aborrecibles, cayendo en tópicos y en la fácil previsión del desenlace.
Todas las películas pueden resultar previsibles, la gracia está en que te atrapen lo suficiente como para que no tengas que adelantarte a la acción, simplemente sentir en el presente de la película. En Mi vida sin mí, no sientes, observas objetivamente.